
Mientras se decoraban las cúpulas, ya a finales del siglo XVII, comenzó la reproducción en mosaico de los retablos pintados de los altares de la Basílica, que se estaban deteriorando a causa de la humedad.
Con el fin de obtener la gran variedad de colores de esmalte necesarios para esta operación, se experimentó constantemente con técnicas y mezclas que condujeron a la producción de aproximadamente 28.000 esmaltes de diferentes tonalidades de color, algunos de los cuales aún se conservan en los almacenes del Estudio del Mosaico.
La Basílica se cubrió así con unos 10.000 metros cuadrados de mosaico.
En 1727, por deseo del Papa Benedicto XIII, el taller se organizó como institución permanente con el nombre de “Estudio del Mosaico Vaticano”, y quedó bajo la autoridad directa de la Fábrica de San Pedro.
El mosaico hilado
Los mosaiquistas del Estudio fueron los más hábiles intérpretes de esta técnica, hasta el punto de que los propios papas les encargaron regalos para soberanos europeos, como la famosa mesa con la representación del escudo de Aquiles que el papa León XIII regaló en 1826 a Carlos X, rey de Francia.
El estudio del Mosaico hoy
Escrito por Paolo di Buono
© Fábrica de San Pedro