
Ese edículo, generalmente llamado “Trofeo de Gaio”, indicó a los primeros cristianos la tumba de Pedro, que ya antes de Constantino fue meta de peregrinaciones devotas, testimoniadas por los numerosos grafitos latinos con los nombres de Cristo y Pedro trazados sobre una pared enlucida (el “muro G”) junto al edículo de Pedro.
En particular, sobre un pequeño fragmento de estuco (3,2 x 5,8 cm), procedente del llamado “muro rojo” sobre el que se adosó el edículo, fueron grabadas en griego las siguientes letras: PETR[...] ENI[...]. Este grafito ha sido interpretado con la frase “Pétr[os] enì” (Pedro está aquí), o también, siempre en la perspectiva de la presencia de Pedro, como “Pétr[os] en i[réne]” (Pedro en paz).

El “Trofeo de Gaio”, que permanece en el “nicho de los palios” en el interior de la Confesión vaticana, fue encerrado por el emperador Constantino en una teca de mármol descrita por Eusebio de Cesarea como “un espléndido sepulcro delante de la ciudad, un sepulcro al que acuden, como a un gran Santuario y templo de Dios, innumerables multitudes desde todas las partes del imperio romano” (Teofania, 47). Sobre el monumento-sepulcro de Constantino se edificaron seguidamente, con una continuidad muy significativa, el altar de Gregorio Magno (a. 590-604), el altar de Calixto II (a. 1123) y, en 1594, el altar de Clemente VIII, sucesivamente cubierto por el baldaquino de Bernini bajo la cúpula de Miguel Ángel."
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